sábado, 13 de agosto de 2016

El espíritu fundacional de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, una lección para nuestro tiempo




Ver a un pueblo empeñado en conocer y reivindicar sus propios orígenes es, al menos para mí, especialmente edificante. Debo confesar que me embargó la emoción la primera vez que vi representada la obra “Fuente Ovejuna” por los propios vecinos de ese vetusto pueblo del valle del Guadiato, cuya gesta histórica, mitificada por la pluma del Fenix de los Ingenios, convirtió su mismo nombre en símbolo de la unión popular y la rebelión contra la injusticia. Una emoción, estimulada en lo personal por ser natural de Peñarroya, localidad colindante que tiene sus orígenes precisamente en la diáspora que provocaron los abusos del comendador de Calatrava. Y experimento ese mismo sentimiento cada vez que La Carlota celebra anualmente la promulgación del Fuero de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía, ocurrida en julio de 1767 y que, a la postre, supuso el principio de su fundación. Jóvenes, niños y mayores, ataviados a la antigua usanza, intentan revivir aquellos tiempos en los que colonos procedentes de Centroeuropea crearon esa comunidad en medio del Desierto de la Parrilla, en el camino entre Córdoba y Sevilla.

Un mercado colono y diversas actividades lúdicas otorgan durante tres días a ese pueblo, al que he estado vinculado muchos años, un colorido y una vitalidad singular en ese ánimo colectivo por recordar y valorar su propia cultura. Este año, además, ha comenzado la cuenta atrás hacia la conmemoración del 250 Aniversario de la Promulgación de dicho Fuero, que se cumple en el 2017 y para lo que se anuncia un denso programa de actos a desarrollar en todas las provincias —Ciudad Real, Jaén, Córdoba, Sevilla y Cádiz— en las que tuvieron lugar asentamientos colonos durante la época carolina. En las declaraciones de políticos y responsables de las comisiones y fundaciones creadas al efecto sobresalen las proclamas acerca de los objetivos culturales, económicos y turísticos que persiguen con esta conmemoración, que sintetizan en la oportunidad de “poner en valor” —horrorosa expresión que ha hecho fortuna entre el paisanaje político— estas poblaciones. Sin embargo, en estos manifiestos brilla por su ausencia la ponderación de la fuerza del mensaje que contenía y contiene el espíritu que alentó aquella aventura humana: el proyecto ilustrado de crear un nuevo mundo, sin las ataduras y determinismos del pasado.